Esa mi madre de blanca flacura,
adornada de sedas y plumas;
dame hoy la fortuna y libérame,
de la vida que hoy me abruma.
Qué hermoso el misterio tuyo,
elegante, frágil, doloroso,
llenas mi dolor de gozo,
de mezcal, velas, música y barullo.
Muerte, tan bella en tu misterio,
doloroso cautiverio,
la vida misma es con toque gracioso,
elegancia de luto cerrado, negro.
Mira qué bien me sienta hijo,
el estar lejos del cuerpo enfermo;
tan fuertes y duros que tenía los huesos,
que la carne me estorbaba para andar.
Ésta que te trae colgando,
no es ni buena ni mala, es pareja,
no la ofendas de fea ni de vieja,
es bella.
Ya finado me veo,
elegante y relajado;
tan sólo preocupado,
por las flores y su olor.
Mira qué bien me llevo contigo,
sabiendo que por ti quiero a la vida.
Ironía siempre tu llegada,
ecuación perfecta,
vida igual a muerte.
Muerte, tan bella en tu misterio,
libérame del cautiverio,
que la vida misma es.
Despiértame de éste sueño,
que Calderón de la Barca,
afirmó el mundo era.
Herrado te he esperado,
sin saber que ya estás aquí,
ya me llevas a cada instante,
me arrastras desde el útero.
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