miércoles, 16 de junio de 2010

La Revista Calmecac la podrás encontrar en:

León, Gto. (por fin):

- Casa de la cultura (Portal Delicias, Plaza de los Fundadores)
- Biblioteca Antonio Torres (Madero #538, esq. con Juan Valle)
- Archivo histórico (Justo Sierra #216)
- Teatro María Griver (Álvaro Obregón #217)
- Museo de la ciudad (Hermanos Aldama #136)
- Teatro Doblado (Hermanos Aldama esq. con Pedro Moreno)
- Biblioteca pública municipal Ignacio García Téllez (Donato Guerra)
- Centro Cultural Nomax (Rosas Moreno #217)
- Escuela de música, Instituto cultural (Justo Sierra esq. con Belisario Domínguez)
- Círculo Leonés Mutualista
- Librería San Ignacio (Hermanos aldama #104)
- Centro Cultural Trillas (Adolfo López Mateos esq. con Donato Guerra)
- Museo de arte e historia
- Forum Cultural, en la Dirección General
- Librería Educal

Guanajuato, Gto.:

- Museo de cera (Positos)
- Museo Diego Rivera (Positos)
- Observatorio astronómico (Positos)
- Librería de Cristal (Jardín de la unión)
- Italian Coffee (Juáres, San Fernádo)
- Biblioteca central de la Universidad (Truco)
- Galería de arte contemporáneo Tomás Chávez Morado (Positos)
- Café Antik (Baratillo)
- Biblioteca Manuel Cervantes (Edificio central de la UG)
- Facultad deFilosofía y Letras (Cafetería y biblioteca)

Irapuato, Gto.:

- Café Duchamp (Prol. Revolución #79) Aquí podrás encontrar números anteriores
- Café Tiu (Junto al reloj de sol)
- INEJUG (Jesús García #324)
- Librería Educal (Junto a Casa de Cultura centro)

Salamanca, Gto.:

- Centro de las artes
- Casa de la cultura
- Librería Minerva
- Creativa (escuela de música)

martes, 15 de junio de 2010

Versión imprimible, Calmecac número 22, mes de Junio de 2010

Muchas gracias a las personas que hacen posible que este proyecto perdure. El archivo viene en formato PDF así es que necesitas un programa para poder abrirlo, si no tienes alguno puedes bajar gratuitamente el Adobe Reader en www.adobe.com o bien buscar otro. Te recomendamos primero bajar las instrucciones de impresión y armado, si tienes alguna duda, contáctate con nosotros a revista.calmecac@gmail.com


Instrucciones de Impresión y armado
http://www.mediafire.com/?j4t1g1mgymd

Revista imprimible Calmecac número 22, mes de Junio de 2010
http://www.mediafire.com/?nanoohzkood

Contribuyetes editoriales: Alejandro García Miranda, Joel Eduardo Rico Vallejo

Dirección: Joel Eduardo Rico Vallejo

Diseño: Aranzazu Llano A., Joel Eduardo Rico Vallejo

Escritores: Jesús Brilanti T , Aranzazu Llano A., Héctor Hernández Alfaro, Juan Manuel Fernández García (Romita, Gto.), Pablo Jared Saldaña Gallegos, Ismael Chacón.

Editorial

¡Que viva Pancho!, ¡que viva Pancho!, no importa que su apellido verdadero sea Arango; yo si me acuerdo de él y eso que no ando por Durango. Yo mas bien soy de Irapuato y así como el cura Hidalgo me paseo por Guanajuato, ¿qué habría sido de Don Miguel? Si hubieran clausurado antes su sindicato; pues ¿qué habrá hecho ese señor?, para que lo persiga la Santa Inquisición.

¿Qué vendrá en este Junio tan caluroso?, ojalá que sea mucho más piadoso, y aunque tenga que salir a calmar a mi gente, espero que no me apedreen cual Moctezuma Xocoyotzin por la espalda y por el frente.

Que si todas tus noches van a ser tristes, arrímate al árbol para que llores y conmigo no te desquites, al cabo ahí en el cerro hay varios mezquites. Si eres de los que les gusta hacer teatrito y con el diezmo de la gente compras tu terrenito, ándate con cuidado por que no vaya ser que venga el diablo y resucite a Don Benito.

Hoja en blanco, con manchas de dolor

Jesús Brilanti T.

Tomé esta hoja en blanco para escribirte aunque en realidad no sé de qué pudiese servir; porque no me quita todo este dolor que llevo a cuestas, no redime cada suspiro que duele y me envenena toda esta sensación que he llevado dentro de mi sentir desde un par de años atrás, ni minimiza el ensanchamiento de esta cavidad, bien llamada herida, cual no para de sangrar. No me ayuda, escribirte, a encontrar la tranquilidad, sin embargo requiero hacerlo por total necesidad.

Me incorporé, sangrando de la cama y he llegado hasta el restirador para escribirte, y decirte que esto lo ocurrido es a causa de mi enfermedad, lo lamento e imploro no juzgues nada hasta haber terminado de leer esto que te escribo con mis manos, con mi duelo, con mi llanto y claro, ya lo sabes, con el brutal sustento que ha causado tu presencia en mi vida. Sólo tu sabes todo lo que trajiste a este mi mundo, y aun no entiendo porque te empeñaste tanto de extraerme de aquel calabozo en donde me encontraste desnudo con hambre, sed y frío; no lo entiendo aún mujer, y creo que jamás lo haré, pero no puedo olvidar que me arropaste, me alimentaste y de tu boca yo pude beber. Intenté regresar a la oscuridad pero tú me perseguiste, me abrasaste y me perdiste en un intenso sueño tan solo para volverme a despertar al día siguiente y practicarme esta transfusión de vida.

¡Qué calamidad! Un mal día ya no me despertaste, tuve que seguir durmiendo hasta sentir que tu presencia ya no estaba, solo estaba yo, ahora justo a la mitad de una aberrante pesadilla. No quise despertar, simplemente no quería para no admirar que te habías marchado, que habías partido, preferí permanecer adentro de aquel mal sueño que se recrudecía con el segundo que se agregaba al implacable reloj de arena cual parecía caer sobre mi ser. Cuando no pude más abrí los ojos y ya no me pude mover, sólo pretendía morirme, así nada más, morir de angustia por que me habías mutilado el alma y la llevaste contigo, muy lejos de mí. Permanecí de tal modo, intentando morir de inanición, de hipotermia y de una aniquilante infección producida por donde tus manos entraron a mi pecho, desgarrando mi piel, mis tejidos y mis huesos hasta encontrar a mi gris alma, la extrajiste, pero al momento de intentar sacarla se atoró, se rompió y una fracción se quedó adentro quebrada, astillada, ultrajada y a pesar de todo ello no era lo que en realidad me dolía, lo que me ardía era haber recordado que mientras dormía te marchaste silente con la mitad de mi alma y la totalidad de mi vida.

No te voy a interrogar, ni te pienso reprochar, sólo quiero que sepas que quizás fue mi culpa, esta mi maldita enfermedad llamada amor fue la que acarreó esta mi desgracia, y este mi lamento por no poderte mirar de cerca una vez más. Pero es lo mejor, ahora en estas circunstancias no puedes verme, o mejor dicho, no quiero que veas como sangro, como a penas y respiro, no quiero que admires como mis lágrimas se conjugan con mi saliva en este irremediable llanto del que desde que te fuiste no he podio escapar.

Postrado en esta cama desde ese día en el que te marchaste, he permanecido sin dormir, lleno de miedo, de zozobra cada que entra un cuervo y se ha llevado un trozo de mi pierna, de mi pecho o de mi rostro; he perdurado en este tormento sin haberme alimentado, tanto así que ya mis huesos se aprecian como un buen obsequio envuelto en una agrietada bolsa de piel; creo estar muerto puesto que las moscas entran y salen de mi vientre o quizás sea el simple hecho que he perdido la razón, pero a final de cuentas no mayor locura que aquella con la que te amé, con la que mi vida te entregué. Lo peor viene arrastrándose silente en medio de un estruendoso rumor cual llega a mi oído y me revela que aún te amo.

Estoy salvajemente herido, no he parado de sangrar, pero por fin hoy me levanto de esa cama, volteo a mirarla totalmente ensangrentada y cual esponja absorbe cada gota como también cada suspiro que arrojé, y hoy te escribo esta carta pues sé que algún día la habrás de leer, yo me despido resignado a contemplar este sitio donde yo mismo me he sepultado, estando dispuesto a sangrar por la eternidad, ahora comprendo donde estoy y por qué la humedad de este recinto: es una fosa y por doquier aprecio cadáveres que como a mí les duele esta demencial ausencia.

Crisis

Aranza Llano Arroyo

Hace días que tu rostro cambió

Hace algún tiempo que tus ojos ya no son los mismos.

Los besos se transformaron en indiferencia,

Y tus abrazos brillan por su ausencia.

Mi cama luce vacía sin tu cuerpo,

Y tu aroma poco a poco se desvaneció entre las sabanas.

Creo que empiezo a perder la calma,

Las lágrimas se apoderaron de mi almohada,

Y la duda tomó tu lugar.

La nostalgia me caza por las noches,

Mientras espero que tal vez hoy me sonrías desde la puerta.

Hoy, cuando aun en mi corazón existe la esperanza,

Te esperaré como cada noche, sentada en la cama.

A metro y medio del asfalto

Cómo pelear por una causa justa, si incluso la vida es injusta

Héctor Hernández Alfaro

Hola abuelo, ¿cómo estas? –Pregunta el niño con una voz inocente, mientras entra en la habitación plagada de fotos medallas, recuerdos de su querido abuelo. Sin darle tiempo de responder, el niño adelanta

He venido para que termines la historia que me contabas el domingo pasado. Aquella de cuando tus padres salieron del sur, para darte una mejor vida, ¡ah! y también, del por qué te hiciste soldado, para ir a la gran guerra.

Claro que si, recuérdame en qué nos quedamos –Dice el abuelo con una voz firme pero cálida, mientras el niño se acomodaba a sus pies

Me estabas contando, que tus padres te trajeron a este país en busca de una vida mejor y de por qué te uniste al ejército –Dice el niño mientras observa a su alrededor, admirando todas las medallas de su abuelo. Pero detiene su mirada en una en especial, la cual resaltaba de las demás, por estar en un marco brillante, era una estrella dorada con una imponente águila vigilándola

Oh si, ahora recuerdo, tenia unos diecinueve años cuando comencé a escuchar por primera vez las historias acerca de un hombre de corazón obscuro que gobernaba en Alemania. Ese hombre era tan cruel que obligaba a los judíos, a portar un distintivo para diferenciarlos de los demás –Dice mientras la mirada del niño regresa a él, aun con admiración causada por aquella imponente medalla

¿Eso es malo? –Pregunta con incredulidad, mientras observa a su abuelo a los ojos exigiendo una respuesta

Por supuesto que si, eso es racismo –Replica el abuelo con indignación por no entender la razón de la pregunta– Pero no paró ahí, los comenzó a encerrar en prisiones que llamaba getos, así los mantenía aislados del resto de la gente, los hacia trabajar como esclavos y los mataba cuando ya no le servían –con cada palabra el niño se iba metiendo mas y mas en la historia

Y tú fuiste a salvarlos, ¿verdad abuelo? –Dice con orgullo mientras el abuelo toma una posición más cómoda en su sofá

Por supuesto, fuimos allá para liberarlos de aquel tirano –Comenta el abuelo lleno de satisfacción por tan honorable labor

¿Ves aquella medalla? –Refiriéndose precisamente a la que robó la atención de el niño instantes atrás

¿Como la ganaste? –Pregunta mientras el abuelo se levanta para traer la medalla y mostrársela

La recibí por haber rescatado, junto con mi escuadrón, a un grupo de personas en un geto. La mitad de mis compañeros murieron para lograrlo El niño lo observa atónito tras la impresionante declaración. El abuelo regresa a su sofá, mientras contempla su medalla con los ojos llenos de nostalgia, recordando a sus amigos caídos en aquel glorioso día. Hace una pequeña pausa por la congoja causada por el recuerdo y continua diciendo:

Eran los primeros días del mes de mayo de 1945 cuando comenzó la batalla, la cual fue la ultima que peleamos –El niño contempla a su abuelo, mientras este no escatimaba en detalles de aquel crudo combate. Contó la historia, mientras, el niño no deseaba interrumpirlo, incluso bajó la respiración para que no le hiciera perder detalle de lo que estaba escuchando. Algo se le gravó al niño en la mente, fue una parte de la historia que trataba de cómo su abuelo y un compañero impidieron que los alemanes mataran a un pequeño niño judío mientras corría para salvarse. El niño en creo una imagen fiel de aquel pequeño judío, basado en la descripción dada por su abuelo. Imaginó a aquel judío con su traje a rayas y su estrella de David en el brazo, corriendo con todas las fuerzas que aun conservaba. Esa imagen se quedaría gravada en la mente del niño como un reflejo de las consecuencias de la intolerancia racial

El abuelo terminó su historia y se levantó súbitamente del sofá, por el ímpetu traído a su persona al recordar el pasado. Una persona entra en la habitación rompiendo todo el ambiente causado por la historia, era el padre del niño

Vamos, es tarde, tenemos que regresar a casa –Dice dirigiéndose al niño aun sentado en el suelo esperando la continuación

Me voy abuelo, regresaré el próximo domingo a que me cuentes otra de tus historias –Replica el niño con enfado por no poder seguir escuchando las historias de su abuelo. Se levanta y acude al llamado de su padre y emprenden su regreso a casa

Camino a casa le comenta a su padre, sus deseos de ser como su abuelo cuando sea grande. A los pocos días de aquel interesante encuentro el abuelo fallese a causa de su edad avanzada (o quizá por la nostalgia causada por recordar a todos sus amigos que perecieron en la guerra). El último recuerdo que conserva el niño es la medalla de su abuelo y la historia que la acompaña–

–Años después el niño crese para formarse como policía. Aun conserva la medalla, la cual siempre lleva consigo para recordar a su honorable abuelo y enaltecerlo cada día–

–Un día como cualquier otro, sale a trabajar patrullando las calles llevando consigo la medalla. Unas calles adelante detiene a un hombre para exigirle sus documentos que lo acrediten como ciudadano. El hombre muestra sus documentos y al hacerlo, con aires de sarcasmo en sus palabras, añade: –

-Tendré que ponérmelo en el brazo para no volver a ser detenido por esto-

Seria lo mejor –contesta el policía– Así nos ahorraría trabajo –con un tono de burla y desprecio–

Eso es racismo –contesta el hombre ya un tanto molesto por la actitud de aquel arrogante policía, y sigue su camino–

–Tras este comentario, el policía saca la medalla de su abuelo que llevaba en su bolsillo y recuerda la ultima historia contada por su abuelo. Ve al hombre alegarse de el. Súbitamente, la imagen del niño que se alejaba de los alemanes, con su uniforme de rayas y su estrella de David en el brazo regresa a su mente, llevándolo a derramar una lagrima sobre aquella medalla tan honorablemente lograda–