miércoles, 9 de diciembre de 2009

El gigante dormido

Por: Joel Eduardo Rico Vallejo (Irapuato, Gto.)

Aquél que duerme, soñando con conquistar el universo, cual recién nacido; aquí, quien se posa sobre ti y vela tu sueño. Al final de cuentas desde el cinturón de Orión tú y yo parecemos del mismo tamaño.

Para ti el día y la noche no existe, las veinticuatro horas que nosotros inventamos no son exactas y los trescientos sesenta y cinco días son una farsa; alguna vez hubo mentes avanzadas que te habitaron, que te respetaron, pero el olor a acero fundido los fulminaron, a penas pequeños vestigios de su existencia quedaron en forma de pirámides adorando tus manifestaciones y lo que amablemente proveías para nosotros, pero su sabiduría desapareció.

Yo, que siempre te molesto y pretendo interrumpir tu sueño; tú, que dejas caer tu odio en forma de gotas de agua, pequeñas agujas que se clavan en tu suelo, ese suelo que es tu piel y yo me siento su dueño.

No despiertes y sigue durmiendo. A ti, que algunos se han atrevido a ponerte un nombre; si supieras lo que ha pasado en tu regazo, tantas historias que han sucedido.

Perdóname por destruirte así, si las heridas que te he provocado tú lo único que quieres es cicatrizarlas y yo muero de miedo por tu furia, culpándote a ti, sin darme cuenta que yo soy quien te provoco.

Castígame con terremotos, sequías, huracanes e inundaciones, me lo merezco por hacerte tanto daño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario