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Para atrás solo para agarrar vuelo mi estimado y es que nunca me verás pedir fiado; la reversa a mí no me truena, si por ahí algo te suena, solo la uso para estacionarme y no pienso cansarme.
Aunque a veces me veas tambaleando y medio muerto, yo no soy como los cangrejos que vuelan de puerto en puerto, nomas’ soy como las gaviotas que caminan de lao’, eso sí, pero bien peinao’. Siempre como las olas, sin separarse de la orilla, así como yo de mis ideas rojillas; siempre como la mañana, nunca la pides porque sabes que el gallo la llama y siempre como la luna, que ilumina sin discriminación alguna.
Madre inmaculada de mis atardeceres, melancólica sonrisa que sobrevive al tiempo, dame aliento, no me dejes con el beso triste de tus labios cansados, no me dejes esperando tu abrazo constante.
Amárrame a tu imagen, lleva de mi, el dulce te quiero, contágiate de mi persona que tú la has inspirado. Mujer de las décadas apiladas en tus cabellos, tierna piel marchita de historias superadas, fortalécete, abrázate al árbol que te brinda la vida.
Madre de experiencia insospechada en fotografías familiares, viejita sonriente en tantas noches de niñez cosechada, mi viejita bella, sostuviste mis pasos torpes en la aventura de correr a través del mundo, ahora quisiera sostener los pasitos que te cubren en virtud.
Me inclino ante tu belleza intacta de los años traicioneros, beso tus manos al invocar la plegaria coronaria de tus latidos, escucho atento el oportuno suspiro con el que cada mañana bendices el pan nuestro de cada día.
Eres plegaria que nunca seré, eres la mismísima divinidad terrenal que mi blasfemia ha olvidado, me arrepiento y creo en el evangelio vivo de tu sufrimiento ajeno, me atrevo a convertirme en tu seguidor al meter la mano en la herida profunda de tu costado, dichosos los que creen porque te han visto sobreviviendo al mundo nefasto.
Si es que el apocalipsis “divino” me alcanza en el quinto sol, me comeré todas las palabras de injuria en tu nombre, del ultraje a lo que no he reconocido de una fe que no comprendo y haz seguido. Colapsaré irónicamente, vomitando el canto disléxico de la esperanza, solo me quedara gritar tu nombre mientras caiga en el vacío.
Ahora resucítame, llena de gracia, tú, resucítame para verme entre los muertos, para saber lo que es realmente conocer el fruto de la vida, condenado estaré si me niegas tres veces, anda resucítame una vez más en tu sonrisa, resucítame en la cruz que haz tallado para burlarte de los idiotas, en las mentiras piadosas de los rostros sin vida, mira que te imploro, mira que exijo el elixir de tu conocimiento, resucítame para prepararme cuando llegue el momento de tu segunda muerte, querida Madre Inmaculada, llena de vida.
Solo sé que en ese instante tus ojos me fulminaron, me mostraron el otro lado de la luna, me envolviste en exóticos colores de amor, amor y sus aromas. Por un instante inhale felicidad pura, lavada, cristalina y polvosa… De golpe llego a mi cabeza y me gravo tu nombre, tu olor,tu sabor, tu alma, probarte mi locura. Sentí la adicción a tu saliva, me di cuenta que jamás te dejaría, tornase oscura mi visión y fallecí, fallecí entre tus brazos, con tu cuerpo entre mis piernas, sutil veneno, éxtasis de los dioses, dulce elixir del deseo, de la vida, del amor, de mi resurrección y mi muerte.
Oigo el murmullo de la mujer que clama
y el viento que lo trae y que al alma calma,
es la voz que aplaca el torrente de insatisfacciones vanas,
es el sonido esperado que con la soledad acaba,
y que en un instante... la felicidad alcanza
Joel Rico Castillo
Oigo el murmullo de la mujer que clama
y el viento que lo trae y que al alma calma,
es la voz que aplaca el torrente de insatisfacciones vanas,
es el sonido esperado que con la soledad acaba,
y que en un instante... la felicidad alcanza