jueves, 5 de noviembre de 2009

A metro y medio del asfalto

Queja desde el màs allá


Por: Héctor Hernández Alfaro


Personajes perdidos en el tiempo alzan la voz con la esperanza vaga de ser escuchados. Creen tener eco sus pensamientos, uno a uno acepta la realidad y van callando, se retiran incrédulos de la situación. Una pequeña luz llega a uno de ellos en el justo momento que se entrega a la resignación, alguien ha citado una frase escrita por él hace muchísimo tiempo. La alegría aflora en su persona, como si volviera a nacer, siente que su voz volverá a escucharse. El ambiente cambia drásticamente, la tristeza regresa tan rápido dejando duda de su ausencia, aquella alegría ni el recuerdo deja. Impotente, aclara cuál sería un buen uso para su frase, tras cada ejemplo, cae en cuenta del poco sentido que tiene, continúan, pues no hay quien escuche. Sin la capacidad de intervención, sólo puede sentir como limón en una herida abierta, cada una de sus palabras perdiendo elocuencia, por la cual trabaja tanto. Ahora sin sentido, ya no siente que aquellas palabras fueron suyas, ha sufrido de plagio, sus ideas han cambiado de dueño, justo, injusto, ¿qué más da?, está hecho. Sin capacidad para defenderse, objetar o hacer cualquier cosa, sólo le queda la resignación y el insuficiente consuelo, al menos el plagiario sabe quien soy, lo leyó en una caja de cerillos.

“La vida eterna está en la profundidad de tus palabras”

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