Ulises Regalado Ramírez
Andábamos extraviados, con las pupilas nubladas y los sentimientos sordos. Éramos pasajeros sin mapa, latidos con cicatriz y trozos de corazón en la carretera. Trotacuepos sin caricias, peregrinos en búsqueda del recuerdo roto, girábamos con el ala mordida y el eco desenchufado, sin saber que en algún confín habíamos olvidado respirar los caminos para eclipsarnos.
Erase una vez un antes sin ti, cuando las noches flotaban en barcos que escupían fantasmas, y en los cuernos de la luna, los piratas disparaban miedos que se columpiaban en la almohada y carcomían mis sueños. Parpadearon los años, la espera naufragó con el viento y emigró lejos de mis brazos, entonces la primavera invernó y sembré en los otoños el verde de tus montañas tan frescas como bosques en invierno.
Y fue así que desde pieles lejanas, los pétalos de un amor suspiraban tu brisa, tu voz perfumada esperando el cielo de mi ser, de mi ser enamorado al pisar tierras féminas, embrujadas por el duende de tu magia en curvas que derriten mi deseo húmedo. Tan solo era un extranjero de tu cuerpo, una emoción perdida en los labios, el te amo que reconocieron tus besos. Porque de ti pude arrancar el fruto de las estrellas con solo cerrar los ojos, me reconocí tuyo frente al espejo de tu mirada hecha sol. Y en la intimidad de nuestros refugios tu vida se volvió evangelio de mis días, en ese instante entendí que el amor no nació en Paris, nació en ti, en el vagón de dulces momentos.
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