Silencia el ruido por mí
Luis Fernando Martínez Padrón
“Hay una foto de todas las víctimas juntas. Y miro las fotos y no tengo ningún recuerdo de ninguno de ellos”.
John Wayne Gacy “El Payaso Asesino”
Clichés convertidos en razonamiento en la radiante obscuridad, en donde nos reuníamos con gran jolgorio alrededor de la llama radiante que extingue su ultima llamarada; la alegría nos desavenía en la invocación de letras profundas escritas en el ensamblaje de un cuento prohibido que nos lleva a la purificación mental, tratando de enriquecernos con su sabiduría…
Pero me vuelves a susurrar “El mil chistes” es una revista para nacos.
Continuamos encarnizados debates mezcla de la charanda y alquitrán, en donde los dioses purépechas nos arropan de manera categórica y nos enfrentan a la estrechez de la razón de los contaminados por publicidad intencionada, a saborear nuestro mal entendido patriotismo de bajo relieve que nos muestra la cantaleta de la mejor forma de sacar a delante a nuestra nación…
¿Los borrachos siempre hablan de lo mismo?
Ya déjame que cuente la historia como es.
La música sigue su dulce melodía en la armonía en que nuestros esfuerzos por encontrar la penúltima agua, en un descuido me hace verter el elixir sobre la ahora arena mojada, en un desplante de sobriedad disimulada suelto una sonrisa cómplice de mi idiotez, y volteo para todos lados como queriendo escapar del laberinto del mino tauro; y los dulces compases del ritmo cardiaco y musical encuentran una salida digna a mi desacerbado intento de pasar inadvertido, me llevan a mirar periféricamente, y la música mística sigue con sus coplas insistiendo en cantar sus coplas y mi fuerza se escapa al conjurar la letra misma de la canción “La de la mochila azul la de ojitos dormilones, me dejó gran inquietud y bajas calificaciones, ni al recreo quiero salir, no me divierto por nada, no puedo leer ni escribir, me hace falta su mirada”.
Siguiendo prematuros análisis de encorvamiento muscular, nos adentramos mágicamente hacia morfeo, en un instante en el que los ojos dormitan y la mente revolotea como un condenado a la hoguera; nuestras percepciones nos vulneran y te encuentras en el dilema de la vida, ¿Levantarte o no a hacer necesidades fisiológicas?
La luna en el cuarto creciente no hacen parpadear mis ojos y entreabiertos no atino a divisar mas allá de donde te encuentras, la mirada penetrante se esfuma a mi visceral relación entre el deseo reprimido de buscarte en los matorrales y la astucia de encerrarte bajo los pliegues de mi subconsciente.
La nebulosa vista de mis ojos busca desesperadamente una explicación, me confrontó con el termómetro de bolsillo y me marca los veinte grados Celsius, entonces ¿por qué siento el frio glacial recorrer mi cuerpo?, las huellas del verano aun se dejan sentir con temperaturas superiores; entonces de ¿dónde proviene este frio?
En el ritual de mi fumigación, escapo al furtivo enlace y me quiero resguardar en la casa naranja prestada, las piernas no me dejan, desiste de mi voluntad que me lleva a encarar con icónica melancolía tu pelo azabache, regurgito mis palabras y volteo en la misma dirección, ya no estas más.
El destierro de la mente en el vaivén de ultratumba, la distancia existencial entre nuestras almas inmoviliza el cerebro, me regalas esa sonrisa maléfica y provocas caos incesante en las ruinas derruidas de una gruta que aun no he intentado en adentrar. Las sonora voz es un preludio a tu inminente huida, ¿Solo yo lo escucho? ¿Por qué nadie despierta?
Tu acechanza comienza siempre en los momentos previos a dormitar, injurio, detesto y me vapuleo hasta correr a abrazarte; sin embargo, desapareces como un rayo en un día soleado, me debato en entre la premura, y la segunda andanza nunca es suficiente para aferrarme a la existencia de tu ser.
Una luz incandescente me taladra mi rostro, que ha pasado en cuanto te quise alcanzar el sueño endeble me ha mutilado, debemos levantarnos rápido, hay mucho camino por recorrer y la santidad de la ciudad nos espera. Esperemos que toda tu intromisión no dé rienda suelta al trama de pregunta si escucharon algo en la madrugada; sé que estas en la mente solitaria de las ruinas que nos acompañan pero no quiero seguir manejando tu existir; alabando algo que no existe ni siquiera escribirte unas coplas, porque no puedo seguir alimentándote con la necesidad enfermiza del que añora lo que puede y no debe tener…
¿Pero… ya lo hiciste?
Puta madre cuándo entenderé.
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