lunes, 16 de agosto de 2010

La primera vuelta

Juan Manuel Fernández García

Tierra de noche, fresca como barro, árbol,

déjame hacerte un coro

de tres notas y sepas algo de nosotros.

Mientras mis plantas deforman

tus polvos de otros pasos que

se ha traído la voz del invisible

pero poderoso viento, no vayas a pensar mal.

¿Cuánto tiempo hace que me engañas

diciendo que eres siempre?

De cuáles muertes augustas

no conozco más que una.

Me amas por tenerme de vuelta,

pero siempre esperarás, que cansado,

te alimente de lágrimas,

vidas que se amontonaron en la garganta

y en mis oídos, que a penas

(lleno de penas) recuerdo.

Como la negra mancha

que era un cuadro triste del tiempo.

Si supieras que andas

dando vueltas por la casa,

en el baño, en las camas.

Las vueltas nos traen al pié de las moras

que velaban tu sombrero

y se han de preguntar

por qué la tierra sabe a ti.

Si tuviera el valor de entender la muerte.

Todo lo que se comprende se vuelve simple,

como la rutina de hacerte ver hacia otro lado,

sin reparar jamás en tus llagas de simpleza triste.

Tu mirada comelona de instantes

fugaces, sedientos de vida.

La piel de papelitos manchados.

Y yo no aprendo todavía

que esto no es para siempre

porque la eternidad la hiciera ayer

fantaseando con ella misma,

o entre las piernas de alguien.

Las maletas se quedaron,

tus cigarros, tu tequila, todo,

archivado como evidencias

de realidad, de tu partida.

Por agosto se escapan los quereres,

se inunda el panteón de

“tristes recuerdos”, ¿te acuerdas?

Espera sin esperanza porque

aún no quiero verte.

¡Qué dicha la tuya en la muerte...!

Dando vueltas en mi casa, por el campo.

Yo vagando por el mundo, atrapado.

No es que te envidie;

te admiro por ser valiente.

Nunca me faltó ya decirte nada

porque antes del final me hablaste de frente.

Tomaste tu sombrero y saliste por la puerta

cuando ya había bajado el sol.

Nadie te vio porque todos estaban tan distraídos mirándote.

Te bebiste la muerte como se bebe lo amargo,

sólo para darte cuenta de que no es tan difícil hacerlo;

lo difícil era pensarlo, que los demás lo pensáramos.

Te fuiste, ya hace un año, bien medido.

Tú lo tienes bien muerto y yo medio vivido.

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