Juan Manuel Fernández García
Tierra de noche, fresca como barro, árbol,
déjame hacerte un coro
de tres notas y sepas algo de nosotros.
Mientras mis plantas deforman
tus polvos de otros pasos que
se ha traído la voz del invisible
pero poderoso viento, no vayas a pensar mal.
¿Cuánto tiempo hace que me engañas
diciendo que eres siempre?
De cuáles muertes augustas
no conozco más que una.
Me amas por tenerme de vuelta,
pero siempre esperarás, que cansado,
te alimente de lágrimas,
vidas que se amontonaron en la garganta
y en mis oídos, que a penas
(lleno de penas) recuerdo.
Como la negra mancha
que era un cuadro triste del tiempo.
Si supieras que andas
dando vueltas por la casa,
en el baño, en las camas.
Las vueltas nos traen al pié de las moras
que velaban tu sombrero
y se han de preguntar
por qué la tierra sabe a ti.
Si tuviera el valor de entender la muerte.
Todo lo que se comprende se vuelve simple,
como la rutina de hacerte ver hacia otro lado,
sin reparar jamás en tus llagas de simpleza triste.
Tu mirada comelona de instantes
fugaces, sedientos de vida.
La piel de papelitos manchados.
Y yo no aprendo todavía
que esto no es para siempre
porque la eternidad la hiciera ayer
fantaseando con ella misma,
o entre las piernas de alguien.
Las maletas se quedaron,
tus cigarros, tu tequila, todo,
archivado como evidencias
de realidad, de tu partida.
Por agosto se escapan los quereres,
se inunda el panteón de
“tristes recuerdos”, ¿te acuerdas?
Espera sin esperanza porque
aún no quiero verte.
¡Qué dicha la tuya en la muerte...!
Dando vueltas en mi casa, por el campo.
Yo vagando por el mundo, atrapado.
No es que te envidie;
te admiro por ser valiente.
Nunca me faltó ya decirte nada
porque antes del final me hablaste de frente.
Tomaste tu sombrero y saliste por la puerta
cuando ya había bajado el sol.
Nadie te vio porque todos estaban tan distraídos mirándote.
Te bebiste la muerte como se bebe lo amargo,
sólo para darte cuenta de que no es tan difícil hacerlo;
lo difícil era pensarlo, que los demás lo pensáramos.
Te fuiste, ya hace un año, bien medido.
Tú lo tienes bien muerto y yo medio vivido.
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