Por: Allan Eduardo Hernández Anguiano.
Los hijos de Odín no se doblegan ante nadie, los vikingos se yerguen orgullosos bajo la protección del gran dios, sienten que tienen adversidades pero ningún adversario, se sienten seguros teniendo el hierro de sus hachas entre las manos y de su lado el majestuoso martillo del poderoso Thor.
Piensan que sus drakkar pueden llegar hasta el fin del mundo de ser necesario, porque estos potros del mar, surcan imponentes los océanos y no hay nada ni nadie que pueda o quiera detenerlos.
Según creen ellos, las valkirias les dan ventaja en las poesías bélicas que escriben contra otros pueblos, ya que estos no cuentan con la asistencia de los ángeles guerreros.
De pronto, desciende una neblina densa y obscura sobre los formidables nórdicos; es un enemigo del que no se pueden defender con escudos y armaduras, es un enemigo al que no pueden vencer con espadas o hachas, es la cultura de las civilizaciones conquistadas que se está comiendo viva a la magnífica cultura vikinga.
Un silencio estremecedor cubre ahora las tierras del norte. Ya no suenan los cuernos para anunciar la batalla, ya no se oye el estruendo de los martillos y hachas destrozando los escudos enemigos.
Los hijos de Odín se disipan con la niebla que una vez los cubrió y se desvanecen en la penumbra de la fría noche, que los despide para siempre con el aullar de los lobos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario