Por: Adrian Pérez Valerio

“Podéis destrozar todo aquello que veis, porque ella de un soplo lo vuelve a crear, como si nada…”
Cabrel Francis

Surges, hechicera, del rescoldo absurdo de mi pasado, un pestañeo y ya estas aquí. Tan presente, tan lejana y tan mía. Me inundas. Regateo tu nombre con amigos imaginarios, mendigo letra a letra con fantasmas indeseables, hurgo en el pantalón y al fin, victorioso vitoreo el fin mismo, el mío.
¡No acudas a mi llamado! ¡Quédate allá en la lontananza! Si me has escuchado, ignórame, que mi voz sea rasgar de piel y confesión de asesino, si venganza, venganza; si amor, amor; pero regálame el ideal de un amor incapaz, resígname a la idea de haberte amado y olvidado.
Mantente ahí donde el sol hace reverencias a la luna, y así, admirarte y en las noches como ésta observarte en secreto. ¿Qué trabajo más pesado para mis cortos días el de amarte nuevamente, el de olvidarte y no querer hacerlo?