Por: Alex García
Debido a los últimos acontecimientos que hemos vivido en nuestro país y las pobres campañas electorales, (bueno no pobres en el sentido económico, sino en el sentido de lógica, de armado y de mensaje) me di a la tarea de tratar de expresar estos sentimientos que inundan mi alma como hormigas subiendo por mis pies.
Hace dos semanas salí en Domingo por la tarde, mientras pasaba la calle Guerrero, seguía como corriendo hacia un incierto destino, hasta que topé con Zaragoza; no sabía si seguir de largo hasta toparme con el panteón de las Flores, o doblar a la izquierda y llegar al jolgorio del Jardín Principal.
Tal vez, pude doblar a la derecha, llegar a Matamoros y regresar hasta mi casa. Pero el ímpetu, mi osadía y mi tristeza hicieron mella en mí. Seguí derecho. Ya no veía las calles. Ni Tomasa Esteves, ni 5 de Mayo, ni Sánchez Torrado… Nada.
Sólo llegaron a mí bombardeos publicitarios, comprarme un refresco nuevo, unos Bon Ice, ir a una tienda de descuento del Palacio de Hierro, ver el fútbol mexicano y sus semifinales, aprenderme cada nuevo dato de la Influenza, su nombre (A H1N1) y el terror social que generó esta situación. Llegó a tal grado que ese mismo Domingo por la mañana una señora dijo: “El padre ya nos dio permiso de darnos la paz, ya no hay problema”. ¿Y los demás problemas?
Salamanca… ¡Abre los ojos! Ni lo azul, ni el verde, ni el rojiblanco, ni el amarillo, ningún color te queda bien. Sólo el de la carne. Tus eternas ferias en el centro, las caminatas de los novios ingenuos alrededor de la plaza, el arado… ¿¡Dónde quedaste Salamanca!? ¿¡Dónde quedaste Salamanca!?
Estas palabras perturbaron mi mente, lanzadas por el fondo de mi alma que además de cansada, se encontraba triste y la tristeza se reflejó en las calles solas del Domingo, en la soledad de la calle Aldama (que es Guerrero pero ya rumbo a Irapuato), la soledad la veía en la escasa gente y en las casas con ruidos esporádicos.
Después de dos semanas, a pesar de haber cambiado esa sensación, nada en mi ambiente ha cambiado, nada, todo sigue igual. En las noticias nos llegan de nueva cuenta los hechos de nuestros narcos y nuestros soldados, enfrascados en duelos mortales, mientras nuestros gobernantes y los líderes de los cárteles, se benefician de los innumerables muertos.
Ahora pasada la tempestad nos vienen a convencer de que los mexicanos deben salir a pasear por todo el país, los extranjeros deben quedar convencidos. Nosotros ya lo estamos, me dice que salga y vaya a explorar el país tanto el Buki, Fer de Maná, Alejandro Fernández y muchos más; pero algunos viven en Miami y se han ido por la inseguridad. Sí, ahí queda la inseguridad. Sí, ahí queda el narcotráfico. Sí ahí queda nuestro sueño mexicano.
Todas las noticias nos conmueven, nos espantan y nos dan temas para hablar. Más sólo a una quiero dedicarle un verso y a la memoria de ese maravilloso hombre que ahora es inmortal. Y lo expreso así…
Y la pluma se ha quedado acostada en la mesa, el tintero quedó vacío. Las hojas en ese escritorio quedaron tan blancas como los ángeles del cielo, y la mirada triste de todo un pueblo, y las lágrimas han caído sobre sus restos, y la pesadumbre ha quedado impregnada en el deseo de que siguiera vivo. De que aún contase lo que solo él supo.
Más todo un pueblo no era suficiente, ni un país entero, millones de lágrimas han caído en el mundo, anhelando que la tragedia sea solo un largo camino, de un sueño profundo.
Pero era verdad. Ese Domingo me lo dijo al oído, en la televisión y hasta el internet lo habló. Se ha ido. Ha pasado a los inmortales. Tus poemas que he leído vagos en la red, tus libros y esas Muertes y Sorpresas, Si Dios Fuera Mujer, Ese Corazón Coraza y esas Geografías que he podido disfrutar…
Y terminaré con una frase inspiradora, el final de Te Quiero, un Te Quiero Benedetti que recibiste tarde como siempre, más te reunirás con esa joven que tanto te apoyó y tal vez volverás a recitar: “Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.
Debido a los últimos acontecimientos que hemos vivido en nuestro país y las pobres campañas electorales, (bueno no pobres en el sentido económico, sino en el sentido de lógica, de armado y de mensaje) me di a la tarea de tratar de expresar estos sentimientos que inundan mi alma como hormigas subiendo por mis pies.
Hace dos semanas salí en Domingo por la tarde, mientras pasaba la calle Guerrero, seguía como corriendo hacia un incierto destino, hasta que topé con Zaragoza; no sabía si seguir de largo hasta toparme con el panteón de las Flores, o doblar a la izquierda y llegar al jolgorio del Jardín Principal.
Tal vez, pude doblar a la derecha, llegar a Matamoros y regresar hasta mi casa. Pero el ímpetu, mi osadía y mi tristeza hicieron mella en mí. Seguí derecho. Ya no veía las calles. Ni Tomasa Esteves, ni 5 de Mayo, ni Sánchez Torrado… Nada.
Sólo llegaron a mí bombardeos publicitarios, comprarme un refresco nuevo, unos Bon Ice, ir a una tienda de descuento del Palacio de Hierro, ver el fútbol mexicano y sus semifinales, aprenderme cada nuevo dato de la Influenza, su nombre (A H1N1) y el terror social que generó esta situación. Llegó a tal grado que ese mismo Domingo por la mañana una señora dijo: “El padre ya nos dio permiso de darnos la paz, ya no hay problema”. ¿Y los demás problemas?
Salamanca… ¡Abre los ojos! Ni lo azul, ni el verde, ni el rojiblanco, ni el amarillo, ningún color te queda bien. Sólo el de la carne. Tus eternas ferias en el centro, las caminatas de los novios ingenuos alrededor de la plaza, el arado… ¿¡Dónde quedaste Salamanca!? ¿¡Dónde quedaste Salamanca!?
Estas palabras perturbaron mi mente, lanzadas por el fondo de mi alma que además de cansada, se encontraba triste y la tristeza se reflejó en las calles solas del Domingo, en la soledad de la calle Aldama (que es Guerrero pero ya rumbo a Irapuato), la soledad la veía en la escasa gente y en las casas con ruidos esporádicos.
Después de dos semanas, a pesar de haber cambiado esa sensación, nada en mi ambiente ha cambiado, nada, todo sigue igual. En las noticias nos llegan de nueva cuenta los hechos de nuestros narcos y nuestros soldados, enfrascados en duelos mortales, mientras nuestros gobernantes y los líderes de los cárteles, se benefician de los innumerables muertos.
Ahora pasada la tempestad nos vienen a convencer de que los mexicanos deben salir a pasear por todo el país, los extranjeros deben quedar convencidos. Nosotros ya lo estamos, me dice que salga y vaya a explorar el país tanto el Buki, Fer de Maná, Alejandro Fernández y muchos más; pero algunos viven en Miami y se han ido por la inseguridad. Sí, ahí queda la inseguridad. Sí, ahí queda el narcotráfico. Sí ahí queda nuestro sueño mexicano.
Todas las noticias nos conmueven, nos espantan y nos dan temas para hablar. Más sólo a una quiero dedicarle un verso y a la memoria de ese maravilloso hombre que ahora es inmortal. Y lo expreso así…
Y la pluma se ha quedado acostada en la mesa, el tintero quedó vacío. Las hojas en ese escritorio quedaron tan blancas como los ángeles del cielo, y la mirada triste de todo un pueblo, y las lágrimas han caído sobre sus restos, y la pesadumbre ha quedado impregnada en el deseo de que siguiera vivo. De que aún contase lo que solo él supo.
Más todo un pueblo no era suficiente, ni un país entero, millones de lágrimas han caído en el mundo, anhelando que la tragedia sea solo un largo camino, de un sueño profundo.
Pero era verdad. Ese Domingo me lo dijo al oído, en la televisión y hasta el internet lo habló. Se ha ido. Ha pasado a los inmortales. Tus poemas que he leído vagos en la red, tus libros y esas Muertes y Sorpresas, Si Dios Fuera Mujer, Ese Corazón Coraza y esas Geografías que he podido disfrutar…
Y terminaré con una frase inspiradora, el final de Te Quiero, un Te Quiero Benedetti que recibiste tarde como siempre, más te reunirás con esa joven que tanto te apoyó y tal vez volverás a recitar: “Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.
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