lunes, 13 de julio de 2009

Nocturno en desgracia

Por: J. Alfredo C. Morales

No era una noche especial, todo en la calle parecía tan muerto como el sepulcro de los sacrificados para el progreso comunal en sobredosis inciertas de tragedias. La luna se postraba a los pies de los desamparados, solitarios mendigos que buscan refugio en la noche, como buscando el cobijo piadoso de un paraíso que no conocen. Nada especial había en los cantos orquestales de la oscuridad, pues sólo proclamaban la ansiedad animal de conquistar la misma señal de una penumbra pronunciada… miedo, incontrolable apetito de sangre y una incógnita en los viajeros nocturnos que se preguntan si alguna vez podrán viajar de día una vez más. Idiotas, simplemente idiotas ante mis ojos…
Así lo era a través de su ventana, ignorando que dentro de su descriptiva pose de imagen cuadrada en la luna mentecata –¿Qué más da si no soy soñador?, no me sirve si su grandeza es tan inútil, como el poeta que la enamora y nunca la alcanza, ¿qué no ven que son presa fácil en la realidad?… ¡pobres diablos!- no queda más que un monologo destinado a la autocompasión que no importa a nadie –ni siquiera a mi-, tan ingenuo y bruto proyectaba en la misma noche su podredumbre en vida frígida…
No esperaba nada, no quería nada, no era nada especial, encerrado en una habitación tan muerta como su destino, quitó la vista de la ventana, para aplastarse literalmente en su cama mugrienta de corazonadas estropeadas y cerró los ojos para no regresar jamás… pero no pudo, no pudo contener la tormenta de sus lumbreras otoñales y la suciedad de sus labios, pronunció su nombre y volteó a la izquierda de su cama, donde se encontraba el buró desgastado en noches veladas por lectura promiscua y observó la foto que lo atormentaba, maldijo más de una vez, tal vez cuatro o cinco veces más y desfalleció en la noche joven con un pensamiento que provocó extrañar en sus entrañas el cuerpo penetrado que alguna vez fuera suyo…
Y de entre las desgracias insípidas de lo que pronunciaba como realidad, la amenaza de un sueño perdido recayó entre la noche, su fascinación por descubrir las pequeñas gotas de curiosidad, lo hacían perder el sueño y se quedaba ahí, solo, inerte en su cama cual bulto de escoria amarrado a un destino de porquería, viendo a ninguna parte, con los ojos pesados y sumisos a la nada, con la esperanza de morir de una vez por todas en los brazos de un Morfeo egoísta a la pesadilla de malgastar el descanso entre pensamientos aniquilados.
La habitación se hacía pequeña cada instante, cada respiro le hacía perder el conocimiento de su “realidad”, y el insomnio era peor que una muerte en vida anunciada por las bestias que entraban por su ventana. No se esforzó en gritar, pues se ahogaba por el bochorno infernal de sus instintos, el sufrimiento se volvió un placer tan excitante que dejó de creer en los mandamientos de la salvación, para simplemente liberar su alma en la materia sádica de caprichos pecaminosos.
Se olvidó un instante eterno de su mortalidad y voló alrededor de su cuerpo para reconocer a los Dioses de la purificación lujuriosa, se vio tan manso, tan ingenuo a la libertad que nunca imaginó podría escurrir por sus genitales –una vez más-, agarró el portentoso falo que lo transformó en rey viril del apocalipsis catatónico y explotó en el voraz volcán de la sugestión placentera, aborreció su imagen santificada que había construido a sus padres y hermanos, escupió las fotos que se encontraban recargadas en aquel buró desgastado al lado de su cama… y entre el sudor frío, la exaltación de su cuerpo y la película sarcástica de un erotismo frustrado, marchitó los recuerdos empedernidos de un nuevo placer satírico, y cual bufón carcajeaba las cenizas que le injertaban como moral.
Y por fin… ¡y por fin los gritos que salieron de su garganta fueron para blasfemar al estúpido cuerpo que horas atrás yacía inerte en su cama pordiosera a la excitación, gritó con todo su placer centenario, como si odiara haber nacido tan nulo en la tierra!
¡Las fieras brotaron de sus palabras, devoraban cada parte de su cuerpo… se desconoció de entre los hombres para emerger brutalmente el animal de sus instintos y sobrevivir de tanta porquería ya tragada!
Se perdió dentro de esa habitación tan común, se transformó en la cárcel de su insignificante figura y deseos frustrados, se perdió entre los llantos terribles de la sabiduría muerta, sangraron sus manos al contacto con lo inmaterial, era la sensación tan aguda como ratas comiendo su lengua a cada instante de sus reclamos impertinentes y aun así lo disfrutaba cada instante, célula a célula colaboró a tragarse su propio veneno inanimado.
El tiempo desapareció de su vida y… sobrevivió, se vino en su inmundicia… no supo reconocer aquellos recuerdos y memorias de una existencia victimizada, era absolutamente otro en cuerpo y alma, un maniaco liberado que transforma al mundo con milagros idealizados, volteó una vez más al lado izquierdo de la cama, y con la mancha carnal de sus manos cobijó aquella foto satisfecho…
Y pudo así hacer del agua, vino, y del vino una embriaguez enternecedora cual elemento afrodisiaco que le permita conocer el capullo de Afrodita hecha mujer y entregarse en una sola experiencia. El lácteo húmedo de la vida, cobijaba ahora la imagen de su cuerpo y las memorias desmentidas.Y a fin de cuentas, no era loco, ni una divinidad… nunca olvidó que no era una noche especial.

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