miércoles, 16 de septiembre de 2009

Siempre me pasa algo por Octubre

Por: Alex García Miranda

Mientras las hojas caen por la llegada del otoño y en las pasarelas hasta el invierno viene incluido; la luna brilla como ninguna otra época del año, los recuerdos y las nostalgias se acrecientan más en mi memoria.

Octubre tiene algo… Un síntoma de un final más, un presentimiento inundando corazones y un buen momento para vender chamarras de colores.

Las grandes tiendas ven a Octubre como su inicio de la última y más elevada temporada de vendimia. No por nada Octubre es el mes del comercio dice el gobierno de Salamanca.

En Octubre comienzan los errores de Diciembre de los cuales nos acordamos con una risa nerviosa esperando una respuesta clara y contundente de que nunca volverá a repetirse, sin saber que los humanos somos seres tan extraños que en lugar de razonar hacemos un circular repitiendo lo de antaño.

Por Octubre pasa siempre que la gente a las diez de la noche está en su casa viendo Televisa o Tv azteca, los jóvenes en las calles con parejas y sin ellas, mientras los taxis pasan solos por la falta de dinero y de personas para llevar.

Un aire impregnado de contaminación por las chimeneas que nos han matado durante años en mi ciudad… Un aire, diferente. Más frío, más delicado y se mete debajo de la piel entre la esencia del alma y el gastado cuerpo. Mientras el cielo parece correr llevándose a las nubes entre sus brazos.

El silbato del tren se lleva los recuerdos de los viejos pueblos, de las innumerables historias y al oírlo sientes un miedo que recorre el cuerpo, que te asfixia y te hace despertar todas las noches a la misma hora.

Los árboles quieren inclinarse a tocar el suelo con sus ramas más altas, intercalando sus deseos con cantos dedicados al viento que baila con ellos, moviendo sus hojas y arrancando sus íntimos recuerdos.

Niños enfermos, cajas de desenfriolitos y rollos de papel de dos pesos abundan en las escuelas de gobierno.

Los niños más afortunados, tienen padres que los mantienen cálidamente en sus hogares y con guantes y bufandas, aprisionan el calor en sus almas. Quienes no lo son, despiertan temprano, no para llegar a la escuela, no para recibir un desayuno sano, sino por el dolor que el frío les causa a la corta edad de sus cero ó hasta doce años.

Otra vez, Octubre ha llegado. Las noches parecen más largas, mientras el chocolate Abuelita y la Maizena son las bebidas preferidas bajo la luna llena.

La plazoleta y el jardín se vacían tempranamente. La plazoleta con un aspecto fantasmal y un brillo dorado de los árboles cubre el jardín principal; mientras sus vendedores acomodan todo en cajas exactas y el señor de las revistas guarda en una bolsita su dinero, la presencia de otros octubres les llega hasta los huesos.

Octubre, tú eres la depresión hecha mes. Pero no es ningún reproche. Te lo digo porque siempre me pasa algo por Octubre. Nostalgias de lo que pasó y miedo a lo que no conozco y pasará.

Octubre, eres más que el décimo mes de todo un año, más que el treinta y uno, más que las películas de Halloween y las fiestas sin sentido de los estudiantes y escuelas con ambiciones de ganar dinero.

¡Tú, sí Octubre, tú! Eres quien provoca que del clóset o ropero salgan los grandes cobertores, las fotografías familiares provocando risas, tal vez hasta llantos; y la sensibilidad está más fuerte que cuando uno le reza a los santos.

Siempre me pasa algo por Octubre… Siempre. Unas nauseas provocadas por el delirio de mis sueños, un pasado de mejores tiempos, una vida perdida entre juegos de niños, el tiempo detenido en los ojos abiertos, el reclamo de mis demonios internos y ver a un gobierno colapsando a un país con mentiras a su pueblo.

¡Quiero estrechar tu mano, Octubre! Pero pasas con la luna y entre las brillantes estrellas, mientras mis párpados van reflejando que a tu paso… a tu paso Octubre… provocas mis desvelos.

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