Por: Marco Antonio Rizo
El amor es un cruel destino que todos debemos afrontar, no es sino la más trágica de las sagas, el dulce brebaje del apocalíptico final, sonríe, no está en ti decidirlo, llora, está en ti desecharlo.
Érase una vez un hermoso cuento, los brazos se abrieron para recibirte, el sol salió para acogerte y la luna llegó para olvidarte.
El amor no es un ramo de rosas ni un gran argumento para enamorar, es querer y no poder, es decidir estar cuando no se está, es brincar de alegría con el llanto de otros, dolor inerte, dolor que se bebe y se transforma en el néctar eterno, nacemos sin conocerlo y morimos necesitándolo.
El amor crece como los robles y se ensancha con los años, tanto que a veces se nos va de las manos, se yergue descomunal hasta secarnos el cuerpo, hasta dejarnos amargos.
Mi pluma escupe lágrimas que no puedo secar, son tersas como el terciopelo y ásperas como tu corazón.
El amor te corrompe mientras piensas, el dolor te consume mientras amas, y mientras palpitas te alcanza y mientras olvidas te mata.
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