miércoles, 17 de febrero de 2010

Por: Joel Eduardo Rico Vallejo

Mis labios se secaron sin los tuyos, mis ojos se olvidaron del amarillo rojizo del horizonte, mis tibias manos con ese sudor constante. Ya casi olvido tu cara, esa silueta tuya hasta me parece rara. Los suspiros son cada vez más largos y solitarios, mi corazón se detiene ya no siendo tan necesario.

De repente llegas tan campante, con tus pinturas bajo el brazo y tus maletas aparte. Tan coqueta, tan linda, tan brillante; me dices todo sin decir nada, tan sínica enamorada; tan alegre y mal peinada… lo solucionas todo con una sola mirada.

Después de la atracción desesperante y constante me besaste, me abrazaste, me callaste, nueve días se convirtieron en un solo instante… y pensando que en un instante el mundo se puede derrumbar, este instante ya se tardó en llegar.

Un instante dura más que un simple suspiro, y mientras este suspiro se alarga al pensar en ti, una docena de ‘te amo’ pasan por mi mente, porque sé que al pronunciarlo, un par de instantes ya se han esfumado.

Tonta, ¿por qué tardaste tanto en llegar?

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