miércoles, 17 de febrero de 2010

Las orejas del brops

Por: Francisco Jesahe Sarabia Morales

Para Yael, el brops más pequeño de la aldea

Les relataré una pequeña historia que escuché por vez primera cuando era niño y como de eso hasta hoy ya hace más de medio siglo, espero que todos los detalles regresen a mi mente; dice así:

Erase una vez, en un lugar muy lejano, de cuyo nombre no llego a acordarme, existía una pequeña aldea, tan pequeña que ni sé siquiera si pudiera llamarse aldea, pero a falta de un mote más apropiado, así la denominaremos. Esta aldea estaba formada por diminutas chozas de palma, en la que muy cómodamente vivían también reducidas familias de brops.

Los brops eran criaturas muy amables, la mayoría de las veces, a excepción de los más ancianos, que se hacían gruñones con la edad. Los brops más chicos solían juntarse en las tardes a divertirse con los juegos más comunes y tradicionales de la aldea, como: “el dodo ofuscado”, carreras circulares”, “corre que te atrapo” y muchos otros más; que hacían que los pequeñines no se aburrieran mientras sus padres iban a la escuela. Algunos otros se sentaban a charlar entre amigos o bailaban en el centro de la aldea con zancos muy grandes.

Ahora que ya les he hablado un poco acerca de la vida de los brops, proseguiré con la historia y para esto hace falta que les cuente acerca de Keleb.

Keleb era un brops que prefería sentarse a charlar que andar corriendo y jugar “quién tiene el botón”. Los otros brops lo molestaban mucho por esto y asimismo porque Keleb tenía unas orejas impresionantemente grandes, tanto que, si se agachaba sus orejas tocaban el suelo. Tal vez para ustedes sea normal ese tamaño de orejas, pero en la aldea de los brops era una característica inusual, puesto que todos tenían orejas muy pequeñas.

Un día Keleb se hartó de las burlas de los demás, por lo que empezó a caminar y buscar algún brops que le cambiara las orejas. Escudriñó por casi todos lados, lo que a decir verdad no le llevó mucho tiempo, porque como ya dije era una aldea muy pequeña, a la mayoría les sobraban labios, dientes y lenguas de repuesto, no obstante nadie tenía unas orejas para regalarle.

Ya cansado y triste estaba a punto de darse por vencido cuando bajo de un árbol de sandías, encontró a un brops que descansaba en la sombra. Keleb se acercó y el otro brops, que se llamaba Javer, lo saludó alegremente y le preguntó qué era lo que le ocurría. Él le contó su problema y le dijo que quizá nunca encontraría alguien que le regalara unas orejas.

Javer le dijo que podía ayudarle, que justamente tenía un par de orejas que podía darle y diciendo esto se quitó sus orejas y se las intercambió. Keleb saltó de alegría y le dio las gracias.

Y desde ese día, Keleb y Javer, se hicieron amigos y todos los días se sientan a charlar bajo la sombra del árbol de sandías. Pero para que sea una historia habitual, la terminaré diciendo que los brops vivieron felices por siempre.

Espero haber recordado todos los detalles de esta historia y no haber dicho aspectos extravagantes que resulten extraordinarios y poco creíbles, y si las dije, les pido disculpas, después de todo una tortuga de ochenta y siete años tiende a olvidar las cosas.

5 comentarios:

  1. muy bonito cuento, tu como siempre escribiendo buenas cosas jesahe! felicidades

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  2. Hola Jesahe; Muchas felicidades, una excelente lectura para disfrutar y estimular la imaginación, nos transporta a ese mágico mundo de las letras identificándonos con alguno de los personajes, te auguro exito... Sigue así y no claudiques en tus sueños ;)
    Fénix

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  3. ay no mamsss buenisimo cuento infantil con su debido transfondo coooollll
    que sheedo
    amen

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  4. muy bello... sin duda una buena imaginacion...

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  5. como siempre tu imaginacion e inteligencia qudan plasmadas en este gran cuento siguen adelante y no claudiques el exito esta por venir.

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