Por: Carlos Rodríguez Hernández
¿Y si me permitiese buscar a dios?
¿Y si me permitiese abandonar el alcohol y los cigarrillos?
¿Y si caminara más despacio para ver detenidamente lo que me rodea?
Eso es lo que durante mucho tiempo se estuvo preguntando el viejo Eliseo, ¡lastima que muriera!, aunque la mayoría de la gente que lo conoció no opinaba lo mismo, lo mejor que llegué a escuchar de él fue: ¡maldito viejo borracho! ¡Ojalá se muera y nos deje en paz!
Nadie de su familia lo quería, solo lo aguantaban por compromiso, pues era su padre y no podían echarlo así como así, al menos ellos creían eso. Llevó la mitad de sus setenta y cuatro años como alcohólico, siempre prometiendo cambiar, llegó a intentarlo, me consta, pero él creía que si cambiaba perdería su esencia como persona y no viviría sus últimos días en paz, a su modo, decía que no perdía nada, de cualquier manera ni su familia lo quería y ya él tampoco a ellos, sus mas allegados éramos sus compañeros de cantina.
Una de tantas veces que hablé con él me preguntó.
-¿Cuál es tu meta el la vida?- no le supe responder, estaba seguro de que no lo sabía.
-¿Y tus hijos?
-Mis hijos ya hicieron su vida, ya no les soy útil, hice lo que tenía que hacer por ellos.
-¿Dejar que te desfalcaran?
-No me interesa, mi visión jamás paso de verme en mi vejes embriagándome.
-¿Y que hay de dios? ¿De tus sueños? ¿De hacer algo grande por el mundo? ¿De viajar, de superarte, de creer en el engaño hacia la muerte?
-¿Tú ya lo pensaste?
-Si, solo que a veces necesitamos que alguien nos lo recuerde.
-¿Y tu tratas de recordármelo?, ya que importa, soy viejo, pronto estaré muerto.
-Gracias, al recordártelo me lo recordaste.
Se levanto y salió de la cantina.
Después de ese día no lo volví a ver más por la cantina, me enteré que se reconcilió con su familia y en el apogeo de su reconciliación se pego un tiro frente a ellos. Ahora brindo a su salud.
¿Y si me permitiese buscar a dios?
¿Y si me permitiese abandonar el alcohol y los cigarrillos?
¿Y si caminara más despacio para ver detenidamente lo que me rodea?
Eso es lo que durante mucho tiempo se estuvo preguntando el viejo Eliseo, ¡lastima que muriera!, aunque la mayoría de la gente que lo conoció no opinaba lo mismo, lo mejor que llegué a escuchar de él fue: ¡maldito viejo borracho! ¡Ojalá se muera y nos deje en paz!
Nadie de su familia lo quería, solo lo aguantaban por compromiso, pues era su padre y no podían echarlo así como así, al menos ellos creían eso. Llevó la mitad de sus setenta y cuatro años como alcohólico, siempre prometiendo cambiar, llegó a intentarlo, me consta, pero él creía que si cambiaba perdería su esencia como persona y no viviría sus últimos días en paz, a su modo, decía que no perdía nada, de cualquier manera ni su familia lo quería y ya él tampoco a ellos, sus mas allegados éramos sus compañeros de cantina.
Una de tantas veces que hablé con él me preguntó.
-¿Cuál es tu meta el la vida?- no le supe responder, estaba seguro de que no lo sabía.
-¿Y tus hijos?
-Mis hijos ya hicieron su vida, ya no les soy útil, hice lo que tenía que hacer por ellos.
-¿Dejar que te desfalcaran?
-No me interesa, mi visión jamás paso de verme en mi vejes embriagándome.
-¿Y que hay de dios? ¿De tus sueños? ¿De hacer algo grande por el mundo? ¿De viajar, de superarte, de creer en el engaño hacia la muerte?
-¿Tú ya lo pensaste?
-Si, solo que a veces necesitamos que alguien nos lo recuerde.
-¿Y tu tratas de recordármelo?, ya que importa, soy viejo, pronto estaré muerto.
-Gracias, al recordártelo me lo recordaste.
Se levanto y salió de la cantina.
Después de ese día no lo volví a ver más por la cantina, me enteré que se reconcilió con su familia y en el apogeo de su reconciliación se pego un tiro frente a ellos. Ahora brindo a su salud.
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