miércoles, 17 de febrero de 2010

Vocación

Por: Adrián Pérez Valerio

"La educación es algo admirable, sin embargo, es bueno recordar, que nada que valga la pena se puede enseñar".
Oscar Wilde

¡Maldito el tiempo! ¡Maldito el cuerpo y todas sus limitaciones! Lector, cuán grácil sería flotar en el aire o encima de cualquier vientecillo fresco. Volar como un Papantlo, como Ícaro o empaparse de cualquier rocío. Pero como diría un buen amigo mío: “Ya estamos aquí”, aunque muchos o quieren no estar, ya no están -en todas sus modalidades-, o están. Estamos. Pero dígame, mejor, imagine la inmensidad de profesiones, oficios, actividades nunca conocidas y practicadas y de hecho evocadas con carta de renuncia. Porque, coincidamos en algo amigo lector, elegir es renunciar. Y lamentablemente recogemos el fruto ya cuando está en el suelo: viejo.
El sistema nacional de orientación vocacional tiene algunas fallas. Los estudiantes poco pueden conocer de su vocación con una serie de exámenes ridículos, o en el mejor de los casos una entrevista por una persona altamente preparada, que mientras le cuentas tus sueños, porvenires, anhelos y en fin, tu savia más bruta; piensa: “¿Otro pintor? ¿Otro artista?” y a la vez que lima sus uñas (pues casi siempre son mujeres, algo bonitas eso sí). Otra parte de su pensamiento está orquestando la cena y el vino para ella y su acompañante. Basura. Que me corrijan los que saben, pero el cambio de carrera y sobretodo el desertismo ya no es plática de corredor sino de licor importado y mesas elegantes.
El desertismo de entrada maneja una paradoja curiosa, o mejor dicho, un círculo vicioso al cuál nuestros representantes no han encontrado la cuadratura. El verdadero progreso, estabilidad, felicidad, y, que podamos elevar nuestra categoría de tercermundistas -por decir algo- está en la educación.
Pero ésta desde sus bases, es decir, desde la elección de profesión y especialización es muy endeble. Además, y llegando al meollo: los alumnos se van, abandonan la educación y el país necesita de ellos. Sin hacer nada para retenerlos.
No obstante, es necesario considerar que la vida obliga y fuerza nuestra visión al régimen hambriento. Los alumnos abandonan las aulas, las cunas del conocimiento y forman ahora oficiosos trabajadores rectos en su camino al matrimonio: núcleo productivo básico.
La cuestión, querido lector, por tan mal que parezca, no lo es tanto. Pienso, la verdadera vocación se encuentra sola. Y es tan tímida que requiere recato y soledad para toparla por nuestra cuenta. Ensayando. ¿Qué se equivoca? Bien por usted. Lo hacemos todos. Pruebe, transforme su ocio en algo enriquecedor, válgase de la naturaleza, los viajes o su fecunda imaginación. Tanteé por aquí, por allá, huela. Lea. Esa es la única forma, creo yo, para lograr canalizar nuestra energía hermetizada en alguna actividad -bajo estos preceptos- forzosamente lúdica, forzosamente eficaz y naturalmente productiva. La universidad -que me lleven al cuarto 101 si miento-, es una guía. Viene a mi mente una novela (que de momento no recuerdo el nombre), donde el personaje principal entra a una biblioteca mirándolo todo, y cuando una señorita se le acerca -como bastantes indeseables de esas tiendas- le pregunta si se le ofrece algo. Él contesta: “necesito el libro de todos los libros”, a lo cuál, de manera inaudita, la trabajadora entrega un libro de bibliografía sostén de la cultura. Similar es la situación con las universidades, suelen parecerse -ahora- a un directorio bastante asequible, esto debido al progreso de las telecomunicaciones. La red. No, no todo es tan malo. Charles Babbage: Inventiva de gran quilataje: Steve Jobs, Bill Gates, Linus Torvald, World Wide Web. Lawrence Lessig. Creative Commons, David Bravo. Licencias no licenciosas. Cultura Libre.
Bien amigo lector, vaya por su directorio y si encuentra su vocación: ¡bienaventurado sea!

No hay comentarios:

Publicar un comentario